Lo primero y principal es asumir que podemos pedir ayuda cuando el placer no llega, cuando el cuerpo lo impide o lo rechaza. Que podemos hablar sobre el tema con un ginecólogo o un especialista en sexualidad para despejar dudas o iniciar un tratamiento.
Las disfunciones sexuales en la mujer no suelen responder exclusivamente a causas físicas, pero hay enfermedades neurológicas o metabólicas que pueden producirlas. Hay problemas hormonales (como el hipotiroidismo), la diabetes avanzada o ciertas operaciones que pueden desencadenar un problema sexual. También la utilización de ciertos fármacos --como narcóticos, antidepresivos, antipsicóticos o medicamentos sedantes-- pueden provocar la anorgasmia.
También hay causas psicológicas más profundas que operan contra el placer sexual. Hablamos de conflictos edípicos no resueltos, duelos, antecedentes de abusos sexuales, depresiones, personalidades obsesivas o esquizofrénicas, ataques de pánico y hasta fobias sociales o sexuales (a la penetración, por ejemplo).
A veces nos cuesta hablar con el ginecólogo de este tema, pero es importante saber que los problemas de alcoba tienen solución. Que la sexología ha avanzado mucho. Basta con derribar prejuicios y tabúes para mejorar tu vida sexual, ese derecho que nos ganamos con siglos de esfuerzo.
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